¿Todavía no tienen fe?

MARCOS 4:35-41

Busqué un capítulo de la biblia del que quiero que hablemos hoy, me atreví a sacarle foto y adjuntarlo allá arriba, pero puedes buscar en tu biblia Marcos capítulo 4 versículos del 35 al 41.

Mi relación con Dios es una relación directa, sin una religión de por medio, me nutro de todas las comprensiones de la fe, reconozco a Jesucristo como mi maestro, hermano y mentor. Dios es mi padre, la naturaleza mi madre, ambos habitan en mi . En esta relación que voy construyendo a diario con su Presencia, he podido percibir una apertura máxima y total confianza para hablarle y preguntarle, le suelo contar cosas que me están pasando en este momento y preguntarle qué opina, siento que tengo derecho de llegar a Él y decirle lo que pienso, preguntarle cuáles son sus planes. Resumir la relación a espacios del día dedicados a orar no es suficiente, Dios habita todo mi ahora.

Como todos los días, presencio una prédica o me nutro de información de sabiduría para acercarme a la vida con una nueva visión más consciente. Hoy aprendí que una relación que no discute es una relación que no crece, aplicado a la pareja, a la familia y también a la relación con Dios. La relación ideal con Dios debe ser similar a un matrimonio, – dice un rabino – una fuente de consuelo y cariño, un espacio para el crecimiento, buenos y malos momentos y muchísimas discusiones. En una discusión sana, lo que se intenta es ENTENDER al otro. Existe un momento de esa conversación en que el corazón se abre y expresa lo que siempre ha sentido realmente, sin egos ni vergüenzas. Cuando hay un punto de vulnerabilidad en el que me permito ir profundo y decir: “ésto es lo que estoy pasando, ésto es lo que estoy sintiendo y quiero que me expliques qué piensas tú, o decirte lo que siempre he querido decirte…”

En la cultura que vivimos, cuestionarle a Dios puede parecer desubicado, suena fuerte. Pero Dios puede tomar todas nuestras preguntas y hacer algo más grande y profundo con ellas. El libro de de Marcos presenta algunas preguntas. Con la primera, me siento muy familiarizada, la he hecho y la escucho en consulta de forma muy regular.

¿No te importa que nos estemos hundiendo?

-¿Dios por qué haces esto!? Por qué me abandonas?! Te suena familiar?

Sabemos quién es nuestro Dios y lo que podemos esperar de él , pero Dios también espera de nosotros y debemos estar a la altura.

Cuando sufrimos podríamos intentar conocer el propósito de ese sufrimiento en lugar de sólo conformarnos con atravezarlo. Decirle -“No te entiendo Dios”- y entablar una conversación sincera, entender que podemos conversar, discutir, compartir, preguntar… lo cambia todo. Hay gente que no se dio esa oportunidad de relacionarse con Dios, ni siquiera en los peores momentos: frente a la muerte de un ser amado, a la pérdida del trabajo, a una traición… sólo se alejó de Dios con enojo, no se dio tiempo de preguntarle e incluso reclamarle, de sentarse y decir – Vamos a hablar y que me digas que pasó.

Cuando nosotros le preguntamos a Dios, quizás con su respuesta queremos solventar un capricho propio. Pero Dios es sabio, y suele responder con preguntas que nos hacen ir hacia adentro. Y hay valentía en arriesgarse a conversar con Dios y hacerle preguntas, y más valentía en aceptar que Él también las puede hacer. Y en ese capítulo de Marcos, Jesús responde con otra pregunta

¿Por qué tienen miedo?

Estar con Dios no es igual a éxito, estar con Dios es igual a paz. La presencia de Jesús en tu vida trae paz y permite que puedas pasar por las peores tormentas, pero aún así estar en tranquilo.

A veces el sufrimiento es simplemente dolor y no trae ninguna razón: accidentes, enfermedades, muertes. Y nosotros, a veces tan torpes y superficiales, nos rompemos la cabeza preguntando por qué, dando vueltas enfermizas a lo mismo, al pasado, a lo irremediable.

Pocos van más profundo, debemos empezar a hacernos preguntas saludables, no conformarnos con quedarnos en el sufrimiento, en el victimismo, en el dolor del pasado. A diario podemos encontrar a alguien que sufrió pero que no encontró qué hacer con su sufrimiento, gente que sigue reclamando y sufriendo por lo mismo que sufrió hace ya años, que habla desde el mismo lugar. A veces, no podemos evitar el dolor, pero podríamos ver qué hace el dolor en nosotros.

¿Por qué tienen miedo? -pregunta Jesús- ahora pregúntate tú: ¿Qué hay adentro que aún me hace sentir cosas? Estamos acostumbrados a cuestionar a Dios pero nos enfurece que él nos cuestione a través de la vida, que nos obligue a ir más profundo.

Pasar por un sufrimiento sólo viviendo el dolor pero sin entenderlo, sin poder ponerle un nombre, un significado, sin preguntarle nada a Dios, conformándonos con lo visible es una forma común y triste de vivir. Es liberador llegar a lo profundo de las cosas que estamos sintiendo, y desde la vulnerabilidad del dolor, en medio del sufrimiento, adentrarnos en nosotros, cuestionarnos y quizás experimentar la revelación de Job cuando dijo “antes no entendía las cosas, ahora entiendo, ahora veo, ahora mis ojos te ven”

Poder callar nuestra mente y decir: Dios desnuda mi alma, déjame saber si estoy enojándome más de lo que debo enojarme, si maltraté a alguien que no tenía que maltratar, si estoy siendo yo quien se causa todo este sufrimiento.

Yo no creo en un Dios castigador, creo en un Dios que puede tomar todo el dolor que estoy pasando para darle un propósito en mi alma, si yo estoy dispuesta a que Él me haga las preguntas que me quiere hacer; no sólo yo decir lo que pienso y que Él escuche.

¿Todavía no tienen fe?

“Dios puede perdonar que no creas en él, pero no puede tolerar que no creas en ti”

Él espera que sus hijos frente a la tormenta no se hagan pequeños, sino que se paren, que le griten al viento y le ordenen a la tormenta que se detenga. Dios nos quiere decir que tú eres su hijo, que yo soy su hija, que tenemos su sangre, su esencia, su vida, que las cosas que le hacen caso a Él, me hacen caso a mi y a ti.

Háblale al viento, párate allí, porque si Él me creó y dijo que puedo, entonces YO Puedo. Está bien tomarse un tiempo, hacerse pequeño y llorar, pero también hay un tiempo para entender que la lucha en la que estamos es la lucha en la que tenemos que estar, y que debemos levantarnos y pararnos frente a la tormenta y decir: Yo soy hija de dios y fui llamada para esto.

Pararnos frente a la ruptura, al corazón roto, a la enfermedad, a la muerte y decirle: este sufrimiento se acabó. Hay momentos donde tiene que nacer algo en mi corazón y eso es tener fe hace mi misma y hacia mi poder como hija de Dios

Si tienes preguntas, no te vayas. Quédate y háblale, escúchale y respóndete.

El miedo se vence cuando recordamos que Dios ha sido fiel, que Él nunca me ha fallado, que nunca lo hará, y que en los momentos más difíciles Él estaba más presente que nunca… así se vence al miedo.

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