Paola es una superheroína. Ella es capaz de ver con los ojos del otro, de escuchar con los oídos del otro, y de sentir con el corazón del otro. Tiene un superpoder llamado empatía.
La empatía es la capacidad psicológica de sentir o percibir como propia, la situación vivida por otra persona.
Paola escucha con atención y le salir a conversar con sus amigos, siente muy suyos los problemas y sentimientos de los demá, le gusta ponerles atención, escucha atenta, y por eso a veces sabe qué es lo que está sintiendo el otro. A pesar de que no siempre está de acuerdo, respeta sus actitudes y pensamientos.
¡En el cerebro de Paola se ha descubierto algo increíble! Todo lo que sabíamos de neurociencia, educación y psicología ha sido modificado en las últimas décadas por uno de los descubrimientos más fascinantes jamás imaginado: las neuronas espejo. Con las neuronas espejo descubrimos una nueva ciencia que nos muestra cómo nos conectamos con los demás, o qué sucede cuando vemos el sufrimiento de una persona, incluso, cómo algunas veces somos capaces de intuir lo que está pensando.
Gracias a este descubrimiento, ahora sabemos por qué Paola se siente triste cuando ve una escena de violencia en la televisión aunque esté pasando en una película. Estas neuronas responden a las interrogantes: ¿Por qué sufrimos una reacción física parecida al dolor cuando vemos el dolor de otro? ¿Por qué nos duele más aquello de los que más amamos? ¿Cómo podemos ser capaces incluso de sentir ese dolor a kilómetros de distancia? y la respuesta es que gracias a las neuronas espejo, INFLUIMOS EN NUESTRO CEREBRO. A través de estas neuronas, se transmite el estímulo exterior mediante la ínsula a las emociones; y éstas, influyen a la empatía.
Las neuronas espejo te ponen en el lugar del otro (Rizzolatti, en El País, 2005).
Pero les cuento un secreto. Paola no es la única que tiene ese superpoder.
Cuando tú me ves sonreír, tus neuronas espejo crean una especie de frecuencia imitatoria y luego envían estas señales al sistema límbico para que acabes sintiendo lo que yo siento. ¡Increíble! no?
Al respecto, puedo añadir que cuanto más sonrío, más feliz puedo ser. Tanto es así, que hay personas que han trabajado deliberadamente en sonreír una serie de minutos al día, incluso forzando la sonrisa, y se ha visto cómo ha mejorado su sistema empático, eran más felices y se enfermaban menos. Otra manera es actuar como si ya estuvieras feliz, y así, tu mente modela a tu cerebro para que seas más feliz, influyendo también sobre los otros.
Riendo o estando triste, se puede influir en la mente. Las emociones son contagiosas, si muchos alumnos están felices en una clase, el último que se incorpora acaba sintiéndose potencialmente más feliz. U otro ejemplo, cuando llegas tarde a una fiesta que está prendida desde hace rato, de inmediato sientes esa energía, te pones más contento y te dispones a disfrutar. Esto es porque esta trasmisión de emociones existe realmente.
Con todo ésto, queda claro que no hay que ser muy sabio, un monje o psicólogo para ser más receptivos con los otros. Si tenemos esta facultad, ¿por qué no la aprovechamos? durante años hemos construido sociedades competitivas y emocionalmente ausentes, gente que desconoce el poder de sus palabras y acciones y las usa deliberadamente afectando al otro. Seamos más conscientes del contenido que consumimos: evitemos los videos de violencia, de sufrimiento, hablemos de cosas positivas, comuniquemos buenas noticias, hablemos de ideas. Si todo lo que consumo me afecta cerebralmente, entonces procuremos que nos afecte de forma positiva. Consumamos bienestar.
Y… ¿Qué tal si hacemos una cadena de empatía?
Mi compromiso es: Tratar al otro como me gustaría ser tratado. Quizá sea un buen paso para una sociedad más humana.
¿Y el tuyo? Se te antoja repartir sonrisas sin motivos? o compartir este post? Invitarás a mucha gente a ser feliz!