Aprendiendo a ser maestra.


La propuesta de Félix García Moriyón en su programa «Filosofía para niños» propone jugar a crear diálogos socráticos reales con niños desde el inicio de la revolución del lenguaje, tres años más o menos, con el sentido no de incorporarlos a la filosofía, sino más bien de ver en ellos una inocencia perdida que la filosofía va buscando, para sembrar y mejorar competencias necesarias para la convivencia en sociedades democráticas.

Estando a cargo de niños de 6 a 7 años, edad en la que aprenden a leer, escribir… era uno de esos días en los que llegué a pensar que los niños se habían comido todo el chocolate del planeta! Hacían angelitos en el suelo, saltaban de silla en silla, se jalaban del cabello, gritaban y corrían por el aula. Los sentí cual animalitos salvajes enjaulados, entonces los saqué al patio y les pedí que se acuesten a mirar el cielo y a encontrar formas a las nubes; obviamente me acosté con ellos y recordando las ideas de García, les pregunté lo que pensaban acerca de ser felices, de la familia, del amor, de ir a la escuela, para qué creían que era útil. Estuvimos un rato mirando el cielo, escuchándonos, yo aprendiendo de su sabiduría, ellos buscando formas de nubes que empiecen con A, y encontraron aviones, arañas, y también la encontraron a Arelis jugando pelota.

Luego, con ánimo de jugar le dije al primero: «Voy a regar a mi arbolito», y le puse agua en la cabeza para evitar que le duela por el sol, luego regué un girasol, una rosa, un pino, un eucalipto. Todos estaban felices, entusiasmados, querían ser regados, querían ser árboles, helechos, sábilas, claveles.

Eso cuya intención fue un juego, hizo que me diera cuenta que mi función como maestra es esa, cuidar esas plantitas. Que yo entienda que hay variedad, que tengo frutales, ornamentales, medicinales… y que claramente, aunque todos necesitan agua, luz y tierra, que en mi metáfora serían atención, amor y reglas; ninguno necesita lo mismo que el otro.
Desde la neuroeducación podemos hablar de atención, concentración, inteligencias múltiples, cognición, afectividad, entornos seguros, etc y mi deber es empaparme de ese mundo y descubrir qué es cada niño, quién es cada uno, cómo funciona, qué le atrae, en qué es bueno; para regar eso, para nutrir eso.

Ser profe me ha enseñado que la primera que debe llegar feliz al aula soy yo, que aprenderme el nombre de los niños es primordial para una educación cercana y certera. Que mientras más inquieto y difícil es, más necesitado de amor y atención está. Que los problemas de los niños no nacen con ellos, sino con los adultos. Que con responsabilidad y cariño se pueden podar sin necesidad de arrancarlos de raíz para darles formas. Aprendí también lo importante de agacharme a su nivel para mirarlos a los ojos, de reirme con ellos, de ensuciarme con ellos, de estar continuamente preparándome para ser mejor con y para ellos. Aprendí que debo mutar y transformarme las veces que sean necesarias para llegar a todos; que de su edad y situación biopsicosocial, dependerán mis estrategias de enseñanza. Aprendí que nunca dejo de aprender y que SIEMPRE va a ser más importante que mi alumno sepa cómo canalizar sus tristezas y frustraciones, antes de que sepa ubicar a Saturno en el sistema solar o sacar la raíz cuadrada de N.

A pesar de que ser maestro es un trabajo infravalorado por el sistema, los padres, los alumnos, y las otras profesiones, como profesores recibimos una remuneración mucho más valiosa que el dinero, y sólo por ello ya vale la pena. Esas guaguas no tienen idea de todo lo que nos causan cuando nos dan cumplidos con sus palabras chuecas, o cuando sus brazos chiquitos intentan abrazarnos.

Para una maestra sin años de experiencia como yo, es un reto gigante incluirme al sistema educativo regular, y acepto que me rehúso a hacerlo. No quiero ser parte de los métodos antiquísimos de memorizar las tablas o de gritar para que se queden quietos y en silencio. El mundo avanza, y a diario hay descubrimientos que cambian el mundo. El universo y el cerebro cada vez son mejor explicados, hay curas para enfermedades, pero todos esos pasos gigantes para la humanidad, empiezan en las aulas, en escuelas pequeñas o grandes, en maestros y maestras que abonaron la tierra que llegó a sus manos, y que pusieron las semillas correctas, las cuidaron y nutrieron, y hoy son esas plantitas que dan frutos.

Artículos de relevancia

http://institucional.us.es/revistahaser/uploads/N2/garcia-moriyon.pdf

https://d8285fmxt3duy.cloudfront.net/c/c2542/2/Art%C3%ADculo%20MT%20Sanchez.pdf

https://www.joseantoniomarina.net/articulo/neurociencia-y-educacion/
https://www.yogaenred.com/2013/11/27/las-razones-de-la-mente-del-adolescente/
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